Así sucede con todos y cada uno de los datos: Europa ve en España una
recuperación sólida, pero en cada una de las partidas importantes
matiza el optimismo del Gobierno, que la pasada semana presentó un
programa de estabilidad para los próximos cuatro años, pero también
pensando en las próximas elecciones.
La tasa de paro bajará al 22,4% este año y al 20,5% el próximo (el Gobierno pronostica 22,1% y 19,8%; medio punto de diferencia equivale, grosso modo,
a algo más de 100.000 desempleados). El déficit público será del 4,5%
del PIB este año y del 3,5% el próximo, con serios riesgos de incumplir
los objetivos por la prometida rebaja fiscal; el Ejecutivo vaticinaba hace unos días un 4,2% y un 2,8% para 2015 y 2016.
Finalmente, la deuda pública sigue en ascenso y cerrará el año próximo
en el 101,4% del PIB y al alza; el Ministerio de Economía decía que la
deuda empezaba a declinar el año próximo y en tasas inferiores al 100%
del PIB.
El fuerte incremento del consumo privado y de la inversión llegan en momentos de “volatilidad en los mercados financieros y de desaceleración en varias economías emergentes”. Además, Bruselas duda de los esfuerzos de consolidación fiscal ante “el impacto de las reforma fiscal sobre los ingresos, las deudas en el sector de autopistas y los riesgos asociados al año electoral”.
España tendrá el mayor déficit público de Europa en 2015 y 2016 a pesar de que el desempleo (y por tanto los subsidios) se reduce, y de que la partida de intereses de la deuda ha menguado gracias a las compras de activos del BCE. Si esos pronósticos se cumplen, Madrid incumplirá la meta fiscal de 2016. A pesar de ese dato, a pesar de que la presión fiscal española está casi 10 puntos de PIB por debajo de la media –a la altura de Bulgaria—y a pesar de las advertencias de Bruselas, el Gobierno ultima una rebaja de impuestos. Las fuentes consultadas en la Comisión ofrecen siempre la explicación clásica de la cercanía electoral, pero también subrayan los riesgos que entraña esa rebaja fiscal con el agujero en las cuentas públicas que sigue presentando España.
Las previsiones económicas son una variante solemne de la dramaturgia. Las del Gobierno deben ser leídas necesariamente a la luz de la proximidad electoral. Las de Bruselas cuentan en esencia la misma historia, pero menos almibarada, especialmente en las dos variables clave de la economía española: el desempleo y las cuentas públicas, que han dado los mayores disgustos a lo largo y ancho de la Gran Recesión. |
El mayor déficit de Europa
Los riesgos se han reducido considerablemente, pero en el caso de España la Comisión destaca los asociados al proceso de desapalancamiento (la necesidad de reducir el empacho de deuda pública pero sobre todo privada de los últimos años) y el desacople entre el ciclo económico español y el del resto.El fuerte incremento del consumo privado y de la inversión llegan en momentos de “volatilidad en los mercados financieros y de desaceleración en varias economías emergentes”. Además, Bruselas duda de los esfuerzos de consolidación fiscal ante “el impacto de las reforma fiscal sobre los ingresos, las deudas en el sector de autopistas y los riesgos asociados al año electoral”.
España tendrá el mayor déficit público de Europa en 2015 y 2016 a pesar de que el desempleo (y por tanto los subsidios) se reduce, y de que la partida de intereses de la deuda ha menguado gracias a las compras de activos del BCE. Si esos pronósticos se cumplen, Madrid incumplirá la meta fiscal de 2016. A pesar de ese dato, a pesar de que la presión fiscal española está casi 10 puntos de PIB por debajo de la media –a la altura de Bulgaria—y a pesar de las advertencias de Bruselas, el Gobierno ultima una rebaja de impuestos. Las fuentes consultadas en la Comisión ofrecen siempre la explicación clásica de la cercanía electoral, pero también subrayan los riesgos que entraña esa rebaja fiscal con el agujero en las cuentas públicas que sigue presentando España.